16 sep 2007

Virgen en la oscuridad (parte I)


Fue hace mucho tiempo cuando viví en aquel inmenso palacio, gustaba de toda clase de actividades, adoraba la música pero adoraba aún más a mis padres, de quienes, notaba una extraña actitud hacia mi, pues a pesar de que no me era permitido hablar abiertamente del asunto, siempre me cuestionaba sobre el por qué de toda la absurda rutina.

Era virgen, totalmente pura, características no gratuitas en mí, pues era deber de los reyes cuidarme tan quisquillosamente como pudiesen, incluso llegué a comparar la dedicación que me daban con la de sus preciados pura sangre.

Ejemplo claro era a la hora del lavarme, pues siempre era acompañada por un trío de damas cuya principal asignación, incluso más importante que el estarme persiguiendo todo el día, era la de atenderme al momento de comenzar el ritual. Era necesario realizarlo de noche pues de otra manera se perdería por completo su principal propósito, el cual por cierto aún no había descubierto.
Al iniciar era vendada con una larga y tersa seda para evitar que viera mi cuerpo desnudo, inmediatamente las damas me despojaban de mis túnicas introduciéndome en una estrecha tina llena hasta el borde de tibia agua, instantes después, con la seda todavía enredada, una de ellas con un soplo casi inexistente, extinguía la poca luz que podía percibir de las velas sobre el buró de junto. Era en ese momento, en ese glorioso momento cuando podía arrojar la cegadora seda al otro lado de la habitación como gritando una libertad ahogada. Era aquella la oportunidad de conocerme, ya que por órdenes de mis padres, tenía que ser yo quien por medios propios se diera el tan ansiado baño. Así pues, podía tardarme lo que duraba una eternidad, en mi caso...toda la noche, hasta antes del amanecer... Muchas veces quedaba dormida en ese mar de autoconocimiento sin importar las consecuencias que aquel acto pudiese ocasionarme. Era lapso de sabiduría, apreciación, decantación, fascinación y sobre todo de amor hacia mí.

Como no me era permitido salir del baño sin antes avisar a mis damas, era indispensable que tuviese siempre a la mano una diminuta campanilla, así cuando ya se me hiciese más que suficiente la lección del día, lo único que me restaba era hacer sonar aquella campana y dejarles el trabajo de buscar el trozo de seda para de nuevo vendarme y poder vestirme.

Virgen en la sombra, solía llamarme quien conocía aquel furtivo ritual. Apodo que los reyes procuraban reservar y que de hecho era yo quien comenzaba a divulgar, como cierta protesta hacía la custodia que tenían mis padres no sólo de mi cuerpo sino de mi intimidad y personalidad. [...]

2 comentarios:

chavo_natas dijo...

Wooow, me encanto esta lectura, me quede con ganas de mas :L, vamos saca la segunda parte ;), no cabe duda de que eres realmente buena en esto, sigo sorprendido, no conocia este lado de ti, y valla que me encanto :D, espero ver la parte II ;), nos vemos luego ;)

Eduardo Gutierrez dijo...

Ohh!! en definitiva esta padre. escribes genial. Que historia! Y que orden. Me encanto! Adios!