22 oct 2007

Invitando a pasar

Observé como caminabas hasta aquí, tan fuerte, tan imponente y la vez tan sensible y profundo. Tu esencia enloquecía a cualquiera pero a mi sólo me hipnotizaba. Llegaste hasta aquí, y aunque debo confesar que no te esperaba, me fue sumamente grato encontrarte frente a mi puerta sosteniendo una caja tan pequeña que se acomodaba perfectamente en tu mano izquierda. Con un beso comenzaste el ritual de bienvenida y casi al instante estiraste la mano de la cajita hacia mi rostro y me pediste que cerrara los ojos.
Pasamos a la sala y nos sentamos mientras continuabas tapando mis ojos. Era hora de abrir la misteriosa cajita. No dudé y lentamente fui dando cuerda a la diminuta manija que la cajita presumía por un costado. El momento pasó como si hubiesen detenido el tiempo y de pronto para recompensar aquellos pausados instantes todo sucedió muy rápido, tanto que ahora sólo recuerdo poco y lo único que sé es que acabé con un par de ranas haciéndome cosquillas por debajo de la lengua y que él responsable desapareció.

Las diminutas ranas celebraron viajando por la laringe pasando por la tráquea hasta llegar a los pulmones donde han encontrado posada, y muy cómodamente se instalaron en los alveolos.
Hasta ahora no me han causado mayor problema sólo el hecho de que no puedo fumar por temor a asfixiarlas y asesinarlas, eso sería terrible pues después de todo ahora forman parte de mi.

Me he enterado de que el individuo al que le debo las gracias de tan curioso regalo se ha ido de la ciudad, pero no me preocupa pues ha dejado dentro de mí una pequeña parte de él.
Ahora sólo me preocupo por cuidar a mis diminutas invitadas pues cada vez les tomo más cariño.
Hace un par de días me sentí morir, el aire cada vez se iba extiguiendo a mi alrededor, al principio pensé que era por el lugar en el que me encontraba e intenté caminar un poco pero mis pulmones no lo permitieron y me desvanecí en el suelo. Desperté en la cama de un hospital y el individuo de la bata blanca a mi lado sosteniendo unas radiografías. Era evidente, padecía de ranitis. Lo siento más por las ranitas porque les fallé al no poderles dar el espacio suficiente para vivir en mis pulmones. Se veían tan infelices que no me quedó otro remedio que seguir las instrucciones del médico.
Hoy caminaré a paso decidido, firme. Es de suma importancia que disimule lo ocurrido y sólo haga lo que me han prescrito. Me dirigiré a tu casa y únicamente te pido un favor, ábreme la puerta.

No hay comentarios.: